JUAN MANUEL DE ROSAS


El 30 de marzo de 1793, nace en Buenos Aires Juan Manuel de Rosas.

Su nombre completo fue, Juan Manuel José Domingo Ortiz de Rozas, que modifica durante su juventud.
Gobierna la Provincia de Buenos Aires a propuesta de la Legislatura bonaerense y por voluntad de su pueblo, durante los períodos 1829-1832, y posteriormente desde 1835 hasta su derrocamiento en 1852.
La actuación política de Rosas llevada a cabo en un estado de conmoción interna y agresión externa propiciado por las potencias coloniales de entonces, está sujeta a controversias como lo están los hechos que tienen que ver con los tiempos del nacimiento de la Patria. No obstante no se puede prescindir del reconocimiento de su obra.
A partir del primer período de su gobierno, propició en el año 1831, el Pacto Federal con las provincias litoraleñas, como primer intento de unidad Nacional y que fuera base de la futura Constitución Nacional de 1853.
Durante los años 1833-34, inicia la “Campaña del desierto” ampliando las fronteras de la provincia de Buenos Aires, sellando la paz con el indio, fundando ciudades que serían nuevos hitos para el desarrollo del progreso, tal el caso de Tandil y Cruz de Guerra (hoy 25 de Mayo).
Se abrió el camino a Bahía Blanca, base de futuros pueblos, llegando hasta Río Negro.
En su campaña, acompañado por Facundo Quiroga, Félix Aldao y el General Pacheco, regularizó los límites internos entre las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Mendoza.
Al asumir nuevamente en 1835 como gobernador de Buenos Aires, los pactos interprovinciales le confieren el manejo de las relaciones exteriores de la Confederación a Buenos Aires, lo que le permite ejercer gran parte de la conducción del país, con el apoyo de los gobiernos del interior.
La unidad Nacional, que ha sido meta y guía del pueblo y sus jefes a través de la historia, encuentra en Rosas el primer ejecutor. Ataca así, el gran problema argentino desde sus bases. Buenos Aires con Rosas, encarna la Nación.
Se consolida la identidad Nacional, la soberanía y las primeras muestras de justicia social, expresada por la ley de aduanas, que recarga desde un 5 hasta un 50% los productos importados, promoviendo la integración territorial mediante el desarrollo de la economía y el comercio de los pueblos del interior.
Su gobierno y su obra merecen el respeto y reconocimiento de las grandes mayorías populares. Lo acompañan entre otros, Felipe Arana, Pedro De Angelis, Tomas de Anchorena, el Almirante Brown, el General Pacheco.
Entre sus embajadores, el General Guido, Sarratea, Manuel Moreno, el Gral Alvear, aportan compromiso y calidad a la gestión del gobierno de la Confederación Argentina.
Desde la oposición, es Sarmiento que en su recordado “Facundo” dirá: “Y debo decirlo, en obsequio a la verdad histórica, nunca hubo gobierno más popular, más deseado, ni más bien sostenido por la opinión”.
En la administración de los fondos públicos, jamás se consideró investido con la suma del poder.
Despacha personalmente todos los asuntos de la administración y ejerce un estricto control sobre todos los gastos, hasta los más insignificantes.
Combatió no solo el crimen, sino las malas costumbres, los juegos prohibidos y la falta del cumplimiento del deber.
Su gran capacidad de trabajo fue sustentada por la austeridad y la honestidad; reconocida aún por sus enemigos.
Entre su bibliografía, saqueada luego de caseros, figuraban tratados sobre navegación, diplomacia, ciencias de gobierno, economía política, derecho público y recopilación legislativa de los Estados Unidos e Inglaterra. Obras indispensables para un gobernante.
La universidad, la ciencia, la cultura tuvieron durante los años de gobierno de Rosas, vital importancia y desarrollo para la época.
Entre los años 1830 y 1850, fueron formados y egresados hombres que a poco de recibidos, se transformaron en enemigos implacables del sistema federal y su jefe, como Juan María Gutierrez, Juan B. Alberdi, Nicolás Avellaneda, Carlos Tejedor, Mármol, Rivera Indarte, Pastor Obligado, Elizalde, Luis Sáenz Peña, Marcelino Ugarte, Muñiz.
Ejercieron la docencia, entre otros,doctores como Montes de Oca y Cosme Argerich.
No obstante, debió enfrentar la política unitaria de reconquista del control aduanero, sabiendo que era la principal herramienta de dominación en sus manos, como herramienta de liberación en manos Federales rosistas.
Fue jaqueado por la agresión interna a través de conflictos en el Norte, como así también expediciones sobre Buenos Aires encabezados por hombres de la talla de los generales Juan Lavalle y José María Paz.
Soportó la agresión externa de dos bloqueos Anglo-Franceses aliado con el partido antinacional (unitario) exiliados en el Uruguay, quienes se oponen a la política rosista de protección del mercado interno y a la paz social, bases estas que generan la unidad Nacional posible. Resistió y venció.
Recibe del General San Martín, el reconocimiento por la defensa de la soberanía nacional.
Para culminar la infamia y la traición, se constituye el autodenominado “Ejercito Grande” que lo derroca en febrero de 1852 en caseros, y lo expulsa del poder ocupando la ciudad-puerto.
Fué este hecho tal vez, y el componente de ese “ejército” comandado por Urquiza, la síntesis del frente antinacional integrado por el ejercito brasileño, encuadrado por oficiales prusianos, los exiliados unitarios montevideanos y la caballería entrerriana. Inglaterra, motorizó los acuerdos y juntó a los aliados.
Se estructuró así, la oposición a la política Nacional, con los elementos que nuestra historia bien conoce: el grupo de traidores del seno del pueblo; los intereses extranjeros y la cipayería nativa, que son quienes, usufructúan los hechos.
Con Rosas en el destierro, sus enemigos comenzaron la tarea de desprestigio contra su obra y su persona. La legislatura lo acusa y lo condena cruelmente, proponiendo entre otras resoluciones la confiscación de todos sus bienes adquiridos antes de ser llamado al gobierno.
El General Guido, amigo y confidente del General San Martín, al oponerse, expresa: “Si el General Rosas ha hecho mal uso de la suma del poder, si a consecuencia de ésta algo hay que castigar, sería responsable no solo el general Rosas, sino la Junta de Representantes y toda la Provincia que expresa o individualmente le confirió ese poder, y toda la Nación que lo sostuvo con sus propias fuerzas y aún le estimuló con vivas y prolongados aplausos. ¿ y quién va a ser el acusador, quién el juez, en este juicio que bien podría llamarse juicio universal?.”
Juan Bautista Alberdi, años después, reconocerá públicamente su noble arrepentimiento al escribir: “El disgusto de haber combatido su gobierno, precursor de la libertad”.
Recordar a Rosas, es reencontrarse con los sentimientos más genuinos y profundos de la Nación Argentina desde su nacimiento mismo.
De una Argentina Soberana e independiente, valores irrenunciables para los argentinos de bien.
Bibliografía consultada: Biografía de Rosas-Manuel Gálvez
Iconografía de Rosas-F. Chávez
Rosas y su tiempo-Ramos Mejía.

Carlos H. Hadad