GENERAL DON JOSE DE SAN MARTÍN


Hablar del General Don José de San Martín, exime de consideraciones generales que han sido expresadas por todos y hasta pareciera una obviedad hacer mención a tamaño hombre.
Sin embargo, ante la difícil situación por la que atraviesan nuestros pueblos, una revaloración de nuestros próceres ayuda a comprender nuestro presente y proyectarlo hacia el futuro.
Podríamos afirmar que su formación militar fue sustentada por sólidas bases políticas.
Creyó en la Democracia Popular, cimentada por un profundo carácter revolucionario que lo trajo a América para continuar aquí, la lucha contra el absolutismo.
Llegó al Plata y luego Chile y en ambos pueblos procede como jefe de un ejército Latinoamericano.
Fue gobernador en Mendoza nombrado el 14 y reconocido el 29 de enero de 1814 por el Cabildo de la entonces provincia de Cuyo.
Su actividad política lo ubica continuando los preceptos revolucionarios de mayo sustentado en el plan de operaciones del Dr. Mariano Moreno, fomentando políticas educativas, con la creación de escuelas; la agricultura y la industria, importando nuevas cepas y trayendo al país expertos europeos a fin de mejorar la calidad de vinos y licores cuyanos.
Creó un sistema impositivo más justo e inédito hasta entonces, pagando más, los que más tenían.
Para San Martín al igual que Moreno, la revolución es todo. Expropia tierras y maquinarias, generando recursos para la creación de la gran empresa que significó el Ejército de los Andes y liberar así al continente de la opresión colonialista.
Ropa, ollas, mulas, caballos, joyas, alimentos y hasta sus sueldos fueron donados por el glorioso pueblo cuyano, constituyendo la mejor prueba de confianza hacia su gobernante y su causa.
Debió enfrentar la política centralista de Buenos Aires encarnada en Rivadavia, con el control de la renta aduanera, subordinada al capital extranjero dando la espalda al plan libertador del General San Martín, quien ante la epopeya de liberación del Alto Perú, queda desamparado producto de una política mezquina inspirada por ideólogos mercantilistas (luego unitarios), ajena a la causa americana, que sería el comienzo de nuestra dependencia.
Es indudable, que de haber recibido el apoyo de Buenos Aires, no habría necesitado de Bolivar, con lo cual hubiese sido otra la suerte de las provincias del Alto Perú y nuestro destino posterior.
Su lucidez política lo enfrenta nuevamente a las exigencias porteñas al rechazar la orden de reprimir con el ejército de los Andes, a los caudillos federales del litoral.
“Mi sable jamás se sacará de la vaina por opiniones políticas, como estas no sean en favor de los españoles o su dependencia”, les expresaba a Artigas y Estanislao López en 1819, en oportunidad de iniciarse las luchas civiles entre los caudillos federales y la política directorial de Buenos Aires, ofreciéndose personalmente a promover la pacificación de las fuerzas en pugna, “como un ciudadano interesado en la felicidad de América” le escribiría a O’higgins a quien propone como mediador y a “tomar parte activa, a fin de emplear todos los medios conciliativos que estén a mi alcance para cortar una guerra que puede tener la mayor trascendencia a nuestra libertad”.
Ante el penoso desarrollo de la guerra civil, producto de la prepotencia porteña mediante SU constitución unitaria y el control del puerto y la aduana en desmedro del interior del país, el General San Martín desobedece la orden impartida por el Director Supremo, Gral. Rondeau, de reprimir a los caudillos federales, evitando de ese modo participar en la lucha fraticida y con clara visión política, continúa con su plan continental dando rumbo a la revolución a favor de la independencia de América y su felicidad.
Su desobediencia, garantizó la libertad de Chile y Perú.
El iluminismo rivadaviano y sus socios probritánicos, jamás se lo perdonarían.
Tan grande fue su figura y su obra que inclusive desde la historia oficial, tan vinculada a aquellos intereses con los que debió enfrentarse el Libertador, describe este hecho, y es el General Mitre que dice: “Dado que la presencia del Ejército de los Andes, al intervenir en la guerra civil, hubiese podido influir en el éxito de las batallas, es seguro que se habría gastado, aun triunfando, en una contienda cuyo resultado debía ser la ruina del país y el aniquilamiento de sus fuerzas militares, políticas y sociales”. Y continua Mitre definiendo rotundamente que “ni las armas podían extirpar las raíces que alimentaban la lucha, ni privar a las fuerzas de la democracia semibárbara (caudillos federales) de la ventaja del número, del espacio y del tiempo, que estaban de su parte, además de la razón que la asistía como hecho vivaz y la que le daban los deplorables errores políticos de los mandatarios legales”.
La batalla de Cepeda, dará el triunfo a los caudillos federales, y la desaparición del poder del directorio encarnado en Rondeau. No existe ya un poder nacional.
El acta de Rancagua, ratificará por parte de los oficiales y jefes del Ejército de los Andes, al General San Martín como única conducción militar y política de quienes continuarían con su gesta inigualable de liberación.
Concluida su misión de liberación continental y retirado de la conducción del Ejército libertador, intenta regresar a su tierra al conocer la caída de Rivadavia y participar en la política institucional del país.
Al hacer escala en Río de Janeiro se entera de la revolución unitaria del 1ero. de diciembre de 1828 y decide llegar hasta Montevideo, donde se informa del fusilamiento del Coronel Dorrego.
A O’higgins le escribe al respecto. “Los autores del movimiento del 1ero son Rivadavia y sus satélites y a usted le consta los inmensos males que estos hombres han hecho no solo en este país, sino al resto de la América con su infernal conducta; si mi alma fuese tan despreciable como las suyas, yo aprovecharía esta ocasión para vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres, pero es necesario enseñarles la diferencia que hay en un hombre de bien a un malvado”.
Su presencia en el Río de la Plata provoca inquietud en el nuevo gobierno unitario por el desprecio y desconfianza que siempre les había generado el libertador. El ministro Díaz Velez, el General Paz y la prensa oficialista, se encargan de descalificar al padre de la Patria que, ante la posibilidad de ser asesinado, resuelve regresar definitivamente a Europa.
Desde su exilio forzado observa y estudia los procesos revolucionarios en el viejo continente y las consecuencias que este depararà a América.
La libertad de los pueblos, sigue siendo su bandera que continúa enarbolando, cuando censura duramente a aquellos que por enfrentarse al Brigadier General Juan Manuel de Rosas apoyan las escuadras francesas e inglesas que intentaron conquistar la Confederación Argentina en el Río de la Plata.
En correspondencia que le dirige a Rosas desde Gran Bourg del 10 de junio de 1839 en referencia al conflicto le expresa: “lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar su Patria y reducirla a una condición peor que la que sufrimos en tiempo de la dominación española; una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”.
A Rosas le entregará su sable que lo acompañó en toda la guerra de la independencia de la América de Sud, como reconocimiento a la “firmeza con que ha sostenido en honor de la República” contra las fuerzas extranjeras.
Hoy a ciento cincuenta y cuatro años de la muerte del General San Martín, su evocación nos permite el reencuentro con lo propio.
No solo liberó con sus armas a la América del Sud, sino que además nos legó con su ejemplo y sus políticas el camino permanente por donde debe transitar la Patria.


CARLOS HUGO HADAD



Bibliografía consultada:

Historia de San Martín – Bartolomé Mitre (t.2)
Historia Argentina – José Maria Rosa (t.3)
Revolución y contrarrevolución – Jorge A. Ramos (vol. 1)
Documentos – Norberto Galasso.
Correspondencia Rosas-San Martín – Fermín Chavez


San Martín y Artigas – Rene Orsi.